Tanto la hipertensión arterial como la osteoporosis son enfermedades muy prevalentes cuya presencia, además, aumenta con la edad. No es inusual que ambas concurran en un mismo individuo, en especial entre las mujeres. Recientes estudios han indagado en la fisiopatología que comparten estas dos enfermedades. Una de las hipótesis que ha empezado a ganar fuerza sugiere que la clave de esa conexión podría estar en la médula ósea.
Sobre esa línea de investigación, un equipo de científicos de la Universidad de Vanderbilt, en Nashville (Tennessee), ha examinado la inflamación asociada con la presión arterial alta en ratones y concluye que podría estar relacionada con la osteoporosis. Así se ha expuesto en las Sesiones Científicas sobre Hipertensión de la Asociación Americana del Corazón (AHA), que se están celebrando esta semana en San Diego.
El trabajo demuestra que al inducir, mediante la administración de angiotensina II, una presión arterial alta en ratones jóvenes (con una edad equivalente a los 20-30 años humanos) se registra pérdida y daño óseos relacionados con la osteoporosis comparable a la de ratones mayores (de edad equiparable a los 47-56 años humanos).
Al analizar con pruebas de imagen (TC) la densidad y fuerza de los huesos, constataron que en los animales jóvenes con hipertensión inducida se redujo la fracción de volumen óseo (24% de reducción), así como el grosor de la trabécula ósea (18%) y de la capacidad de resistencia del ante diferentes tipos de fuerza (34% menos). En definitiva, según aclaran estos científicos, la hipertensión prematura envejeció el esqueleto de estos animales en 15-25 años humanos.
En cambio, no se observó una pérdida ósea similar en otro grupo de ratones mayores a los que también se administró la angiotensina-II: la calidad de los huesos en esos animales de más edad, con o sin presión arterial, estaba ya mermada al nivel de los ratones jóvenes hipertensos.
La clave se esconde en la médula ósea
El mecanismo fisiopatológico que conectaría presión arterial y deterioro óseo se esconde, para estos científicos, en la médula ósea, el lugar donde se produce tanto el hueso nuevo como las células inmunitarias. “Sospechamos que más células inmunitarias proinflamatorias en la médula ósea pueden estar provocando daños en el hueso y debilitándolo”, apunta la autora principal del estudio, Elizabeth Maria Hennen, doctoranda en ingeniería biomédica en la Universidad de Vanderbilt.
La sospecha se basa en el análisis realizado con citometría de flujo de la médula ósea. De esta forma identificaron células inmunitarias concretas, y vieron que en los animales jóvenes hipertensos aparecía un aumento de moléculas de señalización inflamatoria, indicio a su vez de una mayor inflamación en los huesos.
Además, el aumento en las células inmunitarias activas “nos dice que los ratones más viejos están más inflamados en general y que un estado continuo de inflamación, ya sea con presión arterial alta o no, puede tener un impacto en la salud ósea”, explica Hennen. “La presión arterial alta parece ajustar el proceso de remodelación ósea hacia la pérdida ósea, en lugar de a la ganancia ósea o el equilibrio óseo, en los ratones jóvenes hipertensos. Como resultado, los huesos serán más débiles, lo que aumenta el riesgo de osteoporosis y fracturas por fragilidad. En humanos, esto podría significar que debemos evaluar la osteoporosis en personas con presión arterial alta”, advierte la investigadora.
Pese a las limitaciones de un estudio descriptivo, la propuesta de vincular hipertensión y osteoporosis coincide con otros trabajos recientes, de diferente metodología. Por citar algunos, un metanálisis sobre 1.430.431 individuos y 148.048 casos de fracturas osteoporóticas realizado en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Wuhan (China) y publicado en 2017 en Osteoporosis International, concluye una relación entre hipertensión y osteoporosis.
Y un estudio sobre casos y controles, dirigido desde la Universidad de Fujian (China), publicado en marzo de 2021 en BMC Musculoskelet Disordorders, apuntaba asimismo que las mujeres posmenopáusicas con osteoporosis presentan hipertensión arterial con más frecuencia.
El cuello de las jirafas
Pero seguramente la vinculación entre presión arterial y osteoporosis más curiosa es la aportada por la investigación del cuello de las jirafas. En investigaciones recientes sobre el genoma de estos mamíferos queda patente que las mutaciones genéticas características de las jirafas y que facilitan su crecimiento son también las que las hacen resistentes a una presión arterial elevada –más del doble que la de los humanos, para poder superar los dos metros de cuello hasta llegar al cerebro-, así como fortalecen sus huesos. En un estudio publicado el pasado año en Science Advances, científicos de la Universidad Politécnica Northwestern, en China, editaron las mutaciones que las jirafas exhiben en el gen FGRFL1 en ratones y así consiguieron una “excepcional resistencia a la hipertensión y una mayor densidad mineral ósea, ambas estrechamente relacionadas con las adaptaciones de las jirafas a la alta estatura”.
Tirando de este hilo, el pasado agosto, un equipo coreano exponía en Plos One otros genes implicados en el crecimiento (y relacionados conFGFRL1) que también se vinculaban al sistema cardiovascular y a la formación ósea. Dichos genes, argumentan estos científicos, además de determinar la altura, podrían influir en la prevalencia de la osteoporosis y de la hipertensión en la población.